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La geriatría es una disciplina de la medicina que estudia los ámbitos de prevención, clínicos, terapéuticos y sociales de las personas mayores en circunstancias de salud o de enfermedad. La geriatría cuidados tiene como objetivo:

  1. El desarrollo de los medios de asistencia y atención a las personas mayores en todos los niveles.
  2. La asistencia continua en caso necesario.
  3. La incorporación de los recursos disponibles con el fin de integrar a las personas en su comunidad y entorno.
  4. La formación continua, la investigación y la docencia de los especialistas.

Teniendo en cuenta que el fin último de la geriatría es el de retrasar lo máximo posible la dependencia y mantener o mejorar la autonomía personal, esta disciplina asume la necesidad de una correcta valoración de la persona. Esta valoración geriátrica es realizada por diferentes profesionales y en los niveles asistenciales correspondientes para garantizar una adecuada actuación.

La valoración geriátrica

La valoración geriátrica permite a los especialistas realizar un adecuado diagnóstico de la persona mayor y elaborar un plan de tratamiento global. Además posibilita el seguimiento oportuno del paciente y la utilización de los recursos disponibles de forma óptima. El diagnóstico en geriatría cuidados se realiza en el ámbito clínico, funcional, social y mental abarcando cualquier tipo de problema y de capacidad de la persona. Así, involucra a distintos profesionales convirtiendo esta valoración en multidisciplinar.

Este tipo de valoración responde a cuestiones que no se habían solucionado. Por ejemplo las necesidades sin diagnosticar, la dependencia no reconocida o el exceso de prescripción de fármacos. En definitiva, es una herramienta para diagnosticar los síndromes geriátricos (enfermedades que causan gran dependencia, fragilidad y disminución de la calidad de vida).

Tipos de valoración en geriatría 

La valoración geriátrica es de cuatro tipos:

  1. Médica. Se valoran los aspectos clínicos desde la perspectiva de la geriatría cuidados. Por ello, se valoran las consecuencias propias del envejecimiento como la cronicidad, el padecer distintas patologías al mismo tiempo o la dificultad de cooperación del paciente. Se observa la dieta, los fármacos que se consumen, los cambios en el lenguaje o en la percepción, el uso de los servicios sanitarios, etc.
  2. Funcional. Mediante esta valoración los geriatras conocen el nivel de autonomía de la persona mayor o de dependencia. Así se miden las actividades de la vida diaria (AVBD): Las básicas (asearse, vestirse, caminar, acostarse…), las instrumentales (manejar la medicación, las cuestiones económicas, el transporte, realización de compras…) y las avanzadas (realizar ejercicio físico,  mantener aficiones, viajar, relacionarse socialmente…).
  3. Mental. Se valoran aspectos cognitivos (memoria, atención, oreintación, lenguaje..), afectivos (estado de ánimo, ansiedad…) y conductuales (irritabilidad, apatía, deshinibición).
  4. Socioeconómica. Se valora el entorno de la persona y la comunidad en la que vive y su influencia. Además se tienen en cuenta las relaciones que mantiene con el sector de la sociedad que le rodea. En esta parte de la valoración se evalúa el uso de los servicios sociales, en caso de existir un cuidador sus necesidades particulares, las relaciones sociales, las creencias o los recursos económicos.

Con la unión de todos los datos obtenidos se configura la situación en la se encuentra la persona mayor y su nivel de autonomía o dependencia.

 

Fuente:

«Manual de buena práctica en cuidados a las personas mayores» Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, 2013

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